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Los agentes rompían las puertas de las habitaciones que comunicaban con los pasillos. En una de ellas hallaron a Dan McQuillan y Norman Blair, que habían volado desde Stansted [uno de los aeropuertos londinenses] para mostrar su apoyo a lo que, tal como dijo McQuillan, sería “una sociedad libre e igualitaria en la que la gente viviese en armonía unos con otros”. Los dos ingleses y un amigo suyo de Nueva Zelanda, Sam Buchanan, habían oído la incursión de la policía en la planta baja y trataron de esconderse con sus sacos debajo de las mesas de un rincón de un cuarto a obscuras. Entró una docena de agentes, los descubrieron al entrar luz y, si bien McQuillan se puso en pie levantando las manos mientras exclamaba “Tranquilos, tranquilos”, le golpearon hasta someterlo, causándole numerosos cortes y contusiones y rompiéndole la muñeca. Norman Blair recuerda que "se podía sentir su veneno y su odio”.
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Unos cuantos lograron escapar, al menos durante un rato. Karl Boro se abrió paso hasta el tejado, pero cometió luego el error de volver al edificio, donde acabó con contundentes hematomas en brazos y piernas, el cráneo fracturado y una hemorragia en la cavidad pectoral. Jaraslaw Engel, de Polonia, logró utilizar unos andamios de albañiles para salir de la escuela, pero unos conductores de la policía lo alcanzaron en la calle, golpeándole violentamente en la cabeza, dejándole tirado en el suelo mientras se quedaban fumando y su sangre corría por el asfalto.
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Artículo completo por Nick Davies en Lahaine
La sangrienta batalla de Génova. Nick Davies
martes, 9 de septiembre de 2008
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