lunes, 10 de mayo de 2010

Kronstadt. Alexander Berkman.

«Ha sonado el primer disparo. El mariscal Trotzky, manchado hasta las rodillas en la sangre de los obreros, fue el primero en disparar sobre el Kronstadt revolucionario que se levantó contra la autocracia de los comunistas para establecer el verdadero poder de los Soviets.

»Sin haber derramado una sola gota de sangre, nosotros nos hemos libertado, nosotros, soldados rojos, marinos y obreros de Kronstadt, del yugo de los comunistas y hemos conservado sus vidas. Con la amenaza de los cañones quieren subyugamos ahora, otra vez, a su tiranía.

»No queriendo ninguna efusión de sangre, hemos pedido que fueran enviados ante nosotros delegados independientes del proletariado de Petrogrado, para ver que Kronstadt combate por el poder de los Soviets. Pero los comunistas ocultaron nuestra petición a los obreros de Petrogrado, y abrieron el fuego -la respuesta ordinaria del sedicente gobierno de los obreros y campesinos a las demandas de las masas laboriosas.

»Que los obreros del mundo entero sepan que nosotros, los defensores del poder de los Soviets, velamos por las conquistas de la revolución social.

»Venceremos o pereceremos bajo las ruinas de Kronstadt, luchando por la justa causa de las masas trabajadoras.

»Los obreros del mundo serán nuestros jueces. La sangre de los inocentes caerá sobre la cabeza de los comunistas fanáticos embriagados por el poder.

»¡Viva el poder de los Soviets!»

(Izvestia, n.º 9, marzo 11 [1921])

(...)

La mañana del 17 habían sido tomados ya varios fuertes. Por la puerta de Petrogrado, el punto más débil de Kronstadt; los bolcheviques forzaron su entrada en la ciudad; entonces comenzó la masacre brutal. Los comunistas, cuyas vidas habían sido salvadas por los marinos, los traicionaban ahora, atacándolos por la espalda. El comisario de la flota del Báltico, Kuzmin, y el presidente del Soviet de Kronstadt, Vasiliev, libertados de la prisión por los comunistas, se lanzaron al combate fratricida. La lucha desesperada de los marinos y soldados de Kronstadt continuó hasta avanzada la noche contra fuerzas de una superioridad aplastante. La ciudad, que durante quince días no había hecho mal alguno a los comunistas, estaba inundada ahora por la sangre de hombres, mujeres y niños de Kronstadt.

Nombrado comisario de Kronstadt, Dibenko fue investido con plenos poderes para «limpiar la ciudad rebelde». Siguió una orgía de venganza, y la Checa contaba las numerosas víctimas de sus ejecuciones nocturnas en masa.

El 18 de marzo, el gobierno bolchevique y el partido comunista festejaban públicamente la Comuna de París de 1871, ahogada en la sangre de los obreros franceses por Gallifet y Thiers. Celebraron al mismo tiempo la victoria de Kronstadt.

Krondstadt, Alexander Berkman (pdf)

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