Los verdugos de las comunas de París, Budapest y Asturies nos han enseñado que la represión siempre es despiadada y que la paz de los cementerios es la única promesa mantenida por las fuerzas del orden estatal. Llegados a un punto del enfrentamiento en que la represión no perdonará a nadie, no perdonemos tampoco a ninguno de los cobardes que esperan nuestra derrota para convertirse en verdugos. Quememos los barrios residenciales, liquidemos los rehenes, arruinemos la economía a fin de que no subsista nada de lo que nos ha impedido ser todo.
Del tiempo en que los violentos tenían razón (1990 - 2005) (pdf)
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