Y entonces tuve que empezar a videar otra película repugnante sobre la tortura japonesa. Era la guerra de 1939-1945, y aparecían soldados clavados a los árboles, y debajo encendían fuego, y después les cortaban los yarboclos, e incluso se videaba cómo le cortaban la golová a un soldado de un sablazo; la cabeza rodaba, y la rota y los glasos parecían seguir vivos, y el ploto del soldado continuaba corriendo, y del cuello le brotaba una fuente de crobo, y al final se derrumbaba, y todo el tiempo los japoneses se reían como locos. Los dolores en la barriga, y en la cabeza, y la sed que yo sentía eran terribles, y todo parecía venir de la pantalla. Así que criché:
-¡Paren la película! ¡Por favor, paren eso! ¿No puedo soportar más!
Y la golosa de este doctor Brodsky dijo:
¿Que paremos? ¿Que paremos, dijiste? Caramba, si apenas hemos comenzado.
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