martes, 6 de julio de 2010

Taras Bulba - Nikolai Gogol (1835)

-¡Destruirlo todo! -repetía Taras.

Ni las jóvenes de negras cejas, ni las doncellas de blanco seno y fresco semblante, fueron respetadas: las pobrecillas ni siquiera pudieron encontrar refugio en los templos, pues Taras las quemó con los altares. Más de una mano blanca como la nieve se elevó del seno de las llamas hacia el Cielo, entre gritos plañideros que hubieran conmovido al mismo suelo, y que hubieran hecho inclinar de compasión a la misma hierba de las estepas. Pero los crueles cosacos no oían nada y levantaban a las criaturas con las puntas de sus lanzas, tirándolas a las madres que ya se veían presas de las llamas.


Taras Bulba (Nikolai Gogol, 1835) - pdf

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